lunes, 13 de junio de 2011

Alguien más que ya no está

Alguna vez Ana recordó que los últimos años antes de nuestra separación varias personas conocidas habían muerto. Unas pocas eran muy cercanas a nosotros. Me sentí obligado a hablar sobre algo de lo que no deseaba hablar, pero quería calmarla porque cada persona que se iba le arrancaba un pedazo de algo que impedía que esos ojos grandotes que ella tenía ya no fuesen nunca más los mismos. Le dije que la muerte, como siempre, no era un fin, era como “el inicio de algo”, quizá mejor, a lo que ellos estaban viviendo en aquel momento. Fui torpe, porque, yo, al igual que mi Ana, no he entendido nunca la muerte y por eso no podía balbucear nada profundo, como ameritan esos casos tan dolorosos de ver partir a alguien para siempre. Yo solo entiendo a la muerte sintiéndola absurdamente triste, pero creo también que aquellos que han muerto y que quise mucho no están muertos, hay un minuto que aguarda para ellos en los pensamientos de quienes los vieron partir. Paradójicamente pienso que aunque Ana esté viva -lejos de mí- es como si estuviera muerta, pero a la vez Ana, al igual que quienes amé de corazón, jamás morirá, será siempre esa idea/esencia que jamás podrá disolverse aunque se difumine a través de los años. Mi memoria jamás dejaría que ella muriera. La muerte jamás podrá contra la memoria.