He visto al sol diferente, más grande, más brillante, más
viejo quizá, porque ha pasado el tiempo. Y con él, cada nuevo cabello que ha
crecido varios centímetros y luego se ha caído. Cabellos, junto a millones de partículas
de piel en las almohadas y sábanas en las que hemos dormido centenares de veces,
solamente rascándonos o durmiendo, pero estando infinitamente vivos. Nadie
piensa en eso. Silencio. El sol está más
viejo, sí, y una especie de incipiente nostalgia nos dispara con esos rayos que
ahora siento tan raros y distantes, como si éste ya no fuera mi sol, sino el
sol de ellos, de los que viven acá. He mudado de sol, a uno que recuerdo en el
pasado como más débil, que pasaba ignorado por quienes vivían a mi alrededor,
que era blanquecino, púber, con los rasgos con los que siempre lo soñaba. Mi sol,
el sol congelado de ahora, es un sol de nubes, no es nada más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario