sábado, 18 de diciembre de 2010

El cuerpo tiene memoria

A propósito de La muerte de Artemio Cruz (Carlos Fuentes)

...la memoria es el deseo satisfecho
sobrevive con la memoria,
antes de que sea demasiado tarde,
antes de que el caos te impida recordar...

(1913: diciembre 4)

Él sintió el hueco de la rodilla de la mujer, húmedo, junto a su cintura. Siempre sudaba de esa manera ligera y fresca: cuando él separó el brazo de la cintura de Regina, allí también sintió la humedad de cristales líquidos. Extendió la mano para acariciar toda la espalda, lentamente, y creyó dormirse: podría permanecer así durante horas, sin más ocupación que acariciar la espalda de Regina. Cuando cerró los ojos, se dio cuenta de la infinidad amorosa de ese cuerpo joven abrazado al suyo: pensó que la vida entera no bastaría para recorrerlo y descubrirlo, para explorar esa geografía suave, ondulante, de accidentes negros, rosados...

y acabarían por encontrarse de nuevo, como ahora. Ella tendría el cuarto listo, con frutas y comida, y la falda estaría arrojada sobre una silla. Lo esperaría así, lista como si no quisiera perder un minuto en las cosas innecesarias. Pero nada es innecesario. Verla caminar, arreglar la cama, soltarse el pelo. Quitarle las últimas ropas y besar todo el cuerpo, mientras ella permanece de pie y el se va hincando, recorriéndola con los labios, saboreando la piel y el vello, la humedad de caracol: recogiendo en la boca los temblores de la niña erguida que acabará por tomar la cabeza del hombre entre las manos para obligarlo a descansar, a dejar los labios en un solo lugar. Y se dejará ir de pie, apretando la cabeza de hombre, con un suspiro entrecortado, hasta que él la sienta limpia y la cargue a la cama en brazos.
-Artemio, ¿te volveré a ver?
-Nunca digas eso. Haz de cuenta que solo nos conocimos una vez....

¿Cuándo es mayor la felicidad? Acarició el seno de Regina. Imaginar lo que será una nueva unión; la unión misma; la alegría fatigada del recuerdo y nuevamente el deseo pleno, aumentado por el amor, de un nuevo acto de amor: felicidad. Besó la oreja de Regina y vio de cerca su primera sonrisa: acercó el rostro para no perder el primer gesto de alegría. Sintió que la mano volvía a jugar con él. El deseo floreció por dentro, sembrado de gotas grávidas: las piernas lisas de Regina volvieron a buscar la cintura de Artemio: la mano llena lo sabía todo: la erección escapó a los dedos y despertó con ellos: los muslos se separaron temblando, llenos, y la carne erguida encontró la carne abierta y entró acariciada, rodeada del pulso ansioso, coronada de huevecillos jóvenes, apretada entre ese universo de piel blanda y amorosa: reducidos al encuentro del mundo, a la semilla de la razón, a las dos voces que nombran en silencio, que adentro bautizan todas las cosas: adentro, cuando él piensa en todo menos en esto, piensa, cuenta las cosas, no piensa en nada, para que esto no se acabe: trata de llenarse la cabeza de mares y arenas, de frutos y vientos, de casas y bestias, de peces y siembras, para que esto no se acabe: adentro, cuando levanta el rostro con los ojos cerrados y el cuello se estira con toda la fuerza de las venas hinchadas, cuando Regina se pierde y se deja vencer y contesta con el aliento grueso, frunciendo el ceño y con los labios sonrientes que sí, que sí, que le gusta, que sí, que no la deje, que siga, que sí, que no se acabe, que sí, hasta darse cuenta de que todo ha sucedido al mismo tiempo, sin que uno haya podido contemplar al otro porque ambos eran la misma cosa....

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