jueves, 10 de junio de 2010

Farewell

Se han secado las aguas turbias de un río, un verano de cielo melancólico, en el ojo de agua, el ojo de pez, el ojo de gato. Ojos. Ojos grandes. Allí me vi, cientos de veces, y yo nadaba ahí en esas aguas, como un embrión y no me ahogaba. Cambiaba de aguas el río, pero cristalinas no lo fueron, nunca. Jamás. Nado ahora en esas gotas, como de lluvia ácida, que surcan las arrugas del rostro de nuestros muertos. Los que se fueron, los que no volverán. Los que están agarrados de nuestros dedos, los que no sueltan nuestros cabellos, los que se adhieren a la piel, se enquistan, se resecan, se parten, se encallan y se acurrucan en la idea de lo finito. Finitud. Los cuerpos, solo somos ese cuerpo, el tuyo y el mío, y el que solía ser uno, el mío con el tuyo, el tuyo con el de ella, el mío con ellos, el mío con ellos, el mío con ellos, ellos, los gatos, gatos y perdices, solo es el mío, mi cuerpo, en dunas del desierto, de la arena metida en el ombligo, en el ojo de agua, en esa agua turbia que cambia de color el ojo con cada parpadeo. Y se resecan esos ojos con las ventiscas de arena que viajan desde el ombligo. Yo creo que quería morirse y hasta eso se iba guardando, el dolor, en unos granos de arena que respiraba y que se enquistaban en los pulmones y viajaban al ombligo en el río, ese río sin nombre, por donde tú y yo viajamos, desnudos, riéndonos, mientras tus cabellos cambiaban de color, conectados a un espacio que cada vez que piso me arranca quince mil lágrimas.

jueves, 3 de junio de 2010

VISUALS: Tok Tok - CHRISTINA ROSENVINGE

Se puede renacer solo tras la humillación...