lunes, 21 de febrero de 2011

Gonzalo y Teresa (como se llaman mis padres)

Acabo de descubrir algo que me ha dejado boquiabierta. He estado leyendo acerca de la escritora venezolana Teresa de la Parra, autora de Ifigenia. Diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba, publicado en París en 1924.
El escritor ecuatoriano Gonzalo Zaldumbide, embajador ecuatoriano en París, y con quien Teresa había mantenido una relación pública de años, confesó en una carta a un biógrafo de la autora lo siguiente: "Teresa fue la mujer que más profundamente he amado yo en mi vida. Su recuerdo no tiene en mi memoria sombra alguna que la empañe o la altere. Su vida es la más diáfana a mis ojos. Su bondad fue infinita y su inteligencia tal, que todo lo perdonaba porque todo lo comprendía". Muchos años más tarde, en 1965, en entrevista a diario El Nacional, Zaldumbide, de 80 años, había dicho: "La amé, como a nadie he amado!". No dejan de sorprenderme sobremanera los amores de tan reconocidos escritores, de quienes se diría que quizá amaron más por el solo hecho de poder expresar lo inefable de sus sentimientos, entrelíneas o en sus letras.

sábado, 12 de febrero de 2011

jueves, 10 de febrero de 2011

Grizzly Bear - Foreground @ KCRW 2009


Take on another shaft
Palms in the middle, hands in the middle

Walk out another road,
something is muffled, another chuckle.

This is a foreground.
It is a foreground.

A cross country mass
Take directions, can't connect it.

I'm not afraid besides; ten detected,
nine interrupted

A little jelly, fine
Powdered and fallen
ocean and solid

Something about this light

Take all evening
I'll just be cleaning

This is a foreground.
It is a foreground.

jueves, 3 de febrero de 2011

Invernal

Que se congele ese corazón con el invierno. He pensado que eso sería lo adecuado para cualquier humano triste, como cuando se estira el brazo con una botella de agua para derramarla, y verla salir y transformarse en hielo a 10 bajo cero. Pero creo que el corazón durante el frío bombea más sangre, y se calienta, mientras el viento gélido comienza a quemar las mejillas de cualquier extraño transeúnte, que cambia su garbo con este invierno que no termina. “Quiénes serán aquellos que tienen congelado el corazón?”, pienso. Benditos aquellos que lo tengan. Tampoco es preciso llorar a la intemperie invernal, las lágrimas congeladas lastiman la cara, dejan costras, a veces cicatrices, así ese dolor que las hizo salir pronto dejará marcas físicas. El dolor será más notorio, y cuando lo sea, realmente existirá. Hay que fingir que no existe, lo dejamos dormir, cerramos los ojos, inevitable respirar como suspirar, ver la tele, arreglar el cuarto, dejar de lado todo cuanto sucede en el mundo así no más. Pero también pienso que aquellos a quienes se les congela el corazón dejan de ser. Ser es lo que importa. Yo lo veo en los ojos, no en los ojos de cualquiera. En el invierno, el garbo de la gente cambia, toda la tristeza del universo es el paisaje, es esas montañas donde ahora es imposible caminar, es la electricidad gastada en el aire acondicionado de las casas, en ese ruido insoportable que sirve para calentar. Que se congele ese corazón con el invierno, para dejar de sentir, pero si dejas de sentir, ya no serás. Porque si dejas de hacerlo, la belleza será lo mismo para ti. Yo creo que la belleza es mi pulsión de vida. Esas formas, colores, sonidos, imágenes, esas cosas que están fuera de mí, eso que conmueve y que finalmente lleva a pensar que existo por ellas y gracias a ellas. No me deshago de mi corazón caliente, de ese puño cerrado que sangra por las uñas clavadas en la palma. No te mueras corazón, que no se congele ese corazón con el invierno, que no se congele el agua de tus ojos de agua, el agua de tus ojos de agua, el agua de tus ojos de agua. Mañana saldré vestida con ese sombrero con el que soñé caminado por la Siberia, riéndome de mí, de ti, de quienes sufren, saldré, me tomaré una foto contigo, la belleza de los árboles, la belleza de la nieve serán totalmente insoportables, lo que se traducirá en una foto eterna, demasiado bella para quienes lo vean, una foto que no podrá ser borrada jamás.