martes, 21 de julio de 2009

‘La escritura es una recuperación del asombro’

Andrés Neuman es un escritor argentino de 32 años que cuenta con tres novelas publicadas. Su última, El viajero del siglo, es un ambicioso proyecto que recibió el Premio Alfaguara de Novela 2009. Como se ha dicho, es el orgullo de nuestra generación. No obstante, es sencillo, desprendido de las actitudes pretensiosas de muchos escritores. Neuman es un hijo de músicos que tuvo que emigrar a Granada a temprana edad y que con tan solo 22 años participó por el premio Herralde en 1999
Andrés, se dice que tú eres la excelencia de la nueva literatura, ¿qué opinas de eso?
Jajajaja, la excelencia no existe….Yo hago mi trabajo lo mejor que puedo, habrá gente que pensará que soy un imbécil y probablemente tenga razón. No lo sé.
¿Por qué crees que dicen eso?, en los diarios lo lees, los críticos lo dicen....
Uno nunca sabe porque nos insultan o nos elogian. Lo único que te puedo decir es que escribo desde niño, es mi pasión. La escritura es mi pequeña gran razón de ser. Yo trabajo para los personajes, no para los demás. Esta novela es de personajes, donde cada pequeña criatura tiene sus conflictos, contradicciones, deseos físicos, ideas. Trato de construir el libro lo más fiel posible a sus personajes, pero el efecto que esto causa en el prójimo de verdad que es incierto para bien o para mal.
Tú publicaste Bariloche a los 22 años. Esta es una edad bastante temprana para el promedio. ¿Qué representó para ti la publicación de este libro?
En realidad, probablemente, ese fue el libro más importante de mi vida. Incluso más que El viajero del siglo porque me permitió empezar a tener el trabajo de escritor. La pasión de mi vida empezó a convertirse en mi medio de vida. Para mí, eso fue bueno porque unos años después pude dejar mis otros trabajos. Yo he trabajado de heladero, de profesor particular de niños, trabajé en la universidad, y el poder convertirme más en freelance y trabajar en los medios y en mi casa escribiendo libros fue una puerta que se abrió.
Con Bariloche, salí del anonimato absoluto y por eso le tengo mucho cariño a ese libro. En ese momento, yo tenía muchísima inocencia juvenil y -como había estado años trabajando en ese libro- me parecía lógico que se publicara. Después, cuando conocí mejor el mundo editorial, me di cuenta de lo difícil que era publicar y mucho más en Anagrama.
Quizá, lo más importante de todo fue conocer a Roberto Bolaño. Ese fue un inmenso golpe de suerte porque Bolaño solo una vez en su vida estuvo de jurado en el premio Herralde en 1999 y yo que, por entonces, no solo que no conocía a Bolaño sino que no lo había leído. Supe que él en el jurado había sido quien más había peleado por la novela Bariloche, fue su máximo defensor, según me contaron después. A raíz de eso, fui corriendo a las librerías y me compré todos sus libros y me pasé seis meses leyéndolo. Ante tanta generosidad y ayuda desinteresada, yo me convertí en su fan y un día lo llamé para agradecerle. Estuvimos hablando por teléfono durante dos horas y media. A partir de este día nos hicimos amigos, pero nuestra amistad duró tres años porque su vida duró tres años más.
Andrés Neuman y mi persona


¿Porqué ahora en El viajero del siglo se manifiesta el referente de los viajes, de los tantos lugares y a la vez el no lugar?
Porque es nuestra forma de vida bajo la apariencia engañosa de una novela del XIX. El viajero del siglo trata de hacer lo que la ciencia ficción, pero rebobinando el tiempo. La novela no habla del pasado, habla de los orígenes del presente. Y una de las cosas que nos sucede hoy en día es que podríamos ir a cualquier parte, tenemos unos grandes medios de comunicación, tenemos la sensación de desplazarnos en cualquier momento, pero nuestra vida sucede delante de una pantalla. Somos sedentarios que se sienten nómadas. La Internet es eso, es el nomadismo de los sedentarios.
El viajero del siglo cuenta la historia de un tipo que dice haber estado en todas partes, que parece conocer todas las lenguas y todas las ciudades y que, sin embargo, mientras dura la novela no puede salir de Wandernburgo; es un nómada que se convierte en un sedentario, es un viajero estático el viajero del siglo. Recuerda sus viajes anteriores, planea viajes futuros, pero no sale de la ciudad.

¿Por qué observar con los ojos del ahora a la Europa de la Restauración en El viajero del siglo?
Porque hay tremendas concomitancias entre principios del siglo XIX y el XIX y, a veces, confundimos el presente con la actualidad. La actualidad dura 48 horas, el presente dura siglos, el presente es también un tiempo histórico y todos nuestros conflictos tienen un origen, unas razones históricas.Entonces, la Europa de la Restauración es un momento que, en lo político, es muy parecido al nuestro, cuando hay un gran desencanto de las revoluciones.
En este caso, Napoleón, visto con nuestros ojos, es un caudillo de izquierda que empieza proponiendo libertades, constituciones, derechos, redistribución de riquezas y termina convertido en el emperador más poderoso de su tiempo, que ha destronado a los monarcas para ocupar su lugar y que invade países para anexionárselos y que se convierte en el terror de Europa. Eso deriva de un proyector libertador revolucionario a un régimen totalitario que causa una gran decepción con respecto a las revoluciones en el tiempo de la Europa de la Restauración.

Y Occidente ahora vive un momento bastante parecido, desde la caída del comunismo hay una gran desorientación en cuanto al compromiso político, una gran desconfianza de las revoluciones y, a la vez, eso es un pretexto para que se hayan generado movimientos conservadores. El neoliberalismo y el ultraconservadurismo de las últimas décadas se explican precisamente por el fracaso del comunismo, que se provocó él mismo. Esto, a su vez, deja a los intelectuales sin causa con la que identificarse y las fuerzas conservadoras tienen un pretexto para no cambiar nada. Es una Europa sumida entre las ruinas de lo que no pudo ser y la incertidumbre del porvenir. Por otra parte, es una época que afectó muchísimo tanto a Europa como a América. Sin la Revolución Francesa ni Napoleón no hubiera habido independencias en América.
Todo lo que ha sucedido en Europa desde el siglo XIX ha afectado el destino de América y siguió siendo así durante las guerras mundiales. Por otro lado, el cambio del rol de la mujer empieza en el siglo XIX. Después de la Revolución Francesa, la enajenación de mujeres es importante en Europa. Es la generación de Mery Shelley, autora de Frankestein; de George Sand, esta mujer que decide vestirse de hombre y no casarse y tener una vida completamente rebelde. A esa generación pertenece la protagonista de mi novela, Sophie, a la primera generación de mujeres que en sus cartas, diarios y novelas empiezan a manifestar la contradicción entre sus ambiciones profesionales, sus vocaciones intelectuales, por un lado, y sus obligaciones de madre y esposa, por el otro.

Un tiempo dentro de un tiempo nos lleva a una historia dentro de una historia, ¿la literatura es ahora un cúmulo de referentes históricos?
Hay novelas de toda clase. Lo que sí está claro es que ahora vivimos en una época de mucha superposición de tiempos y espacios. Cuando navegamos en Internet, ¿dónde estamos? En ninguna parte. Leemos la prensa del país que sea, leemos blogs en los que participa gente de todos los países, ¿cuál es la patria de esas páginas? Ninguna. ¿En qué momento sucede Internet? En el presente tenemos información sobre el pasado y un anuncio de futuro. Entonces vivimos una suma de tiempos y de espacios.
En ese sentido, es probable que las novelas participen cada vez más de esa simultaneidad espacio-temporalidad, pero creo que también alguien tiene el derecho de renunciar a todo esto y hacer una novela completamente diferente. Precisamente esta novela participa de esa simultaneidad, pero trata de recuperar algo que hemos dejado de hacer que es la creación de personajes, la introspección psicológica, el amor al detalle, valores del siglo XIX. También trata de poner a dialogar toda la idea que tenemos del zapping, de la impaciencia, del audiovisual del cine y de recursos literarios que pertenecen al siglo XX.

¿Qué de similar tiene Hans, el protagonista de El viajero del siglo, con Bel Ami, de Guy de Maupassant?
Puede que tenga similitudes. Yo estaba pensando en muchos autores del XIX mientras escribía pero también en películas y autores contemporáneos. Pensaba en Madame Bovary y en contar lo que hay detrás de la cortina de esa novela. Mi idea era retomar la escena del carruaje, donde sucede una serie de cosas que no podemos ver porque hay una cortina. La idea era correrla y narrar el momento más indecoroso y menos oportuno. También yo pensaba en Tolstoi y en Turgueniev, quienes narraban salones literarios de forma irónica y divertida. Pensaba en Jane Austen y sus grandes personajes femeninos.
Hans es un personaje que resume el siglo XIX y que, por supuesto, tiene que ver con Bel Ami, pero por otra parte es un hombre venido de otro lugar y tiempo del futuro, porque Hans parece saber cosas que en la novela todavía no han ocurrido. Hans es un personaje anacrónico, es un puente entre nuestra conciencia histórica y la conciencia histórica de entonces. Carga consigo un arcón con libros y cosas, abre el arcón y obtiene lo que necesita. Ese arcón es como Google, además no quiere que nadie lo vea, es la ventana entre dos tiempos. Hans y Sophie son Frankestein de grandes personajes decimonónicos, por un lado, y preocupaciones contemporáneas, por el otro. Sophie, en un momento dado, dice: “Quiero tener hijos pero no quiero ser madre”, lo que es una preocupación en las mujeres de mi generación, quienes no quieren renunciar a la maternidad pero saben que esta acarrea una serie de obligaciones que podrían obstaculizar su vida profesional o sus ambiciones personales.

¿Qué personajes de la literatura son tus referentes?
Me gusta Julien Sorel, de Rojo y negro. Es un personaje que consigue contar una historia política a través de sus hechos íntimos. Rojo y negro, leída con mentalidad perversa, es la historia de Bonaparte. Sorel es Bonaparte o es un bonapartista que cumple con todos los clichés de Bonaparte. Es un tipo que va ascendiendo, va destronando y va dejando atrás amos hasta él llegar a la cima. Rojo y negro es la historia de alcoba del bonapartismo. No solamente los personajes hablan de política sino que fornican o se emocionan políticamente y eso me gusta de Sorel. Es un personaje muy político a pesar de que se pasa toda la novela tratando de seducir una mujer o siendo seducido o metiéndose en un dormitorio ajeno. Ese es un personaje que me gusta mucho.
También me gusta el personaje de Ana Karenina, con ese terrible conflicto de la mujer adúltera, que en términos de novela es trágico. En la educación sentimental clásica, el hombre es el que sale a la calle y tiene una vida exterior a su familia. La mujer adúltera es aquella que se ve encerrada en su vida doméstica y, por su necesidad, lleva una doble vida aunque sea en su imaginación, mediante la lectura, mediante la cultura. Ana Karenina o Bovary necesitan construirse una vida o tener una doble vida, yo pensaba en ellas al construir los conflictos de Sophie, que necesita, debe y quiere casarse con un poderoso terrateniente que le conviene, necesita que alguien la mantenga para poder seguir leyendo y traduciendo; la misma razón por la que Sor Juana se hizo monja. No obstante, ese matrimonio no la llena en absoluto y no es la clase de hombre que a ella más le interesaría. Se ve en la obligación de mantener las dos cosas y eso es lo trágico, por conveniencia debe estar casada y para ser feliz tiene un amante. Esa es la gran contradicción de los personajes femeninos decimonónicos.
En cuanto a lo contemporáneo, me interesan los personajes de Franz Kafka y de Bolaño. Hans y Sophie establecen una relación donde el sexo y la cultura se retroalimentan. Cuanto más se acuestan más quieren traducir juntos y cuanto más traducen más se desean. Bolaño nos enseñó a unir dos opciones literarias que estaban divorciadas en el imaginario colectivo: el modelo Bukowski, con mucha calle, mucho sexo, mucha noche y el modelo Borges, metaliteratura, reflexión teórica, cultivo de la inteligencia. Bolaño caminaba en esas dos corrientes, las reúne. Yo quería algo así para la historia de Hans y Sophie, que ninguna referencia literaria dejase de tener un sentido sensual y que ninguna necesidad ni deseo físico dejase de remitir a una obra literaria. También pensaba en el cine expresionista alemán con esos decorados laberínticos, esas sombras retorcidas y esas calles oscuras. Wradenburgo es como El gabinete del Dr. Caligari y también es como El ángel exterminador de Luis Buñuel.
Wandernburgo es una ciudad mutante, en la que los extranjeros y los forasteros tienen la sensación de que las calles, por la noche, se reordenan y al día siguiente es imposible orientarse; sin embargo, los lugareños se orientan perfectamente en esa ciudad.

¿Qué diferencias hallas en el proceso de escritura de Bariloche con El viajero del siglo?
Bariloche tenía un diseño estructural bastante claro. No creo que cuando somos más jóvenes somos más intuitivos y apasionados y que cuando envejecemos somos más calculadores. También, el joven cree tener convicciones acerca de todo y -conforme va madurando- va cayendo en la incertidumbre. Creo que el tiempo te da y te quita intuiciones y premeditaciones. En esta novela hubo una preparación previa que no había habido antes, pero eso no es porque haya perdido la inocencia sino porque era lo que requería esta novela. En realidad que yo siento cada vez más que no sé cómo se escribe. Tengo muchas menos certezas que antes, ahora me dejo guiar por la intuición y tengo menos teorías rígidas acerca de las cosas y también acerca de la escritura. En el viajero del siglo hubo una estructura marcada pero por la estructura del libro. No me gusta repetir fórmulas, detesto escribir un libro que ya sé cómo va a ser y no me gusta sentir que hay trucos que puedo volver a utilizar. Para mí, el ideal de hacer un libro es que sea, igual que en el amor, por primera vez. En al arte, lo ideal no es ir dominando tu oficio y convirtiéndote en un artesano experto, sino más bien ir perdiendo las certezas y sentir que es un milagro estar escribiendo y sentir que no sabemos cómo lo hacemos. La escritura es una recuperación del asombro y esta idea, que es tan diferente a las anteriores, me permitió replantearme cómo se hace una novela, cómo se la reestructura, cómo se preparan personajes.

El viajero del siglo varió en el camino. En esos años de preparación previa yo ya fui viendo cómo se formaba la estructura. Cuando empecé a escribirla ya tenía bastante clara. Cada día que me levantaba descubría algo nuevo sobre el libro. El libro iba a ser el encuentro entre dos personajes de una canción de Schubert, Viaje invierno: un caminante sin rumbo y un organillero que está en un rincón de una plaza, uno joven, otro viejo, uno nómada, otro sedentario. El uno es culto, el otro no. La primera idea la tuve a mediados de 2003. Los personajes fueron creciendo en la imaginación hasta finales de 2005. En esos dos años se fue revelando una cantidad de historias y personajes importantes.


Termina la conversación Andrés, reivindicando los personajes literarios decimonónicos y hablando de la estética de la película María Antonieta, de Sofía Coppola, la que, aunque parezca inocente y liviana, guarda implícitamente el tema político que se viene con fuerza desde el exterior de su palacio para acabar con ella y su reinado.

Gracias