domingo, 31 de julio de 2011

Desnuda oscuridad o las múltiples caras de un homicida

“La Mariscal es un hervidero de gente a estas horas de la noche: luces en viajes circulares, guirnaldas navideñas brillando en cada ventana; tribus de gringos sucios y desarrapados, rastas locales, coqueros, bazuqueros, marihuaneros, pequeños vendedores de rosas alucinando con sus bolsas de pegamento, grupos de hambrientos niños que se arremolinan en torno a los turistas pidiendo limosnas, hurgando mágicamente en sus bolsillos y birlándoles sus posesiones; putas, maricones y el frío que te cala la piel hasta la huesos, así es La Mariscal entrada la noche”. Así, Desnuda oscuridad, del ecuatoriano Óscar Vela, muestra una cara de Quito lúgubre y violenta emparentada con el mundo lumpen y caótico, en una historia cuya trama se ve expuesta a la transposición de tiempos y espacios. Esto, en una narración interesante, que se deja leer, con natural suspenso, palabra exacta, personajes profundos y multifacéticos, cuya influencia es la novela detectivesca.
Detectives salvajes, de Bolaño, es quizá su modelo más cercano, lo cual le acerca a la novela posmoderna, desde su perspectiva estética, construida en fragmentos. Además la influencia cinematográfica es explícita, la forma fragmentaria de la novela lo sugiere: Mulholland Drive, de David Lynch, podría ser una versión paralela en el cine por el desdoblamiento psicológico del protagonista, así como por la sordidez, la ironía y la caricaturización de varios de los personajes secundarios. “Una vida no basta; se necesitan múltiples existencias para integrar una personalidad…Un hombre o una mujer pueden ser varias personas mentalmente, pueden volverse varias personas físicamente; somos espectros del tiempo, y nuestro presente contiene el aura de lo que fuimos, y el aura de lo que seremos cuando desaparezcamos”, es el colorario del personaje principal de la novela.
Ariel sería el protagonista de Desnuda oscuridad, aunque la fragmentación propia de la obra conduce al lector a un metarrelato acerca de la vida de la hermana de Ariel, Imelda, su hermana mayor, o la historia de Teo, el negro que acompaña a Ariel, quien es también Sócrates Vera, hacia el final cronológico del relato. Sócrates es costeño. Escapó a la capital junto a Imelda (el padrastro de los chicos había abusado de ella), a los 15 años, con quien mantuvo una relación incestuosa truculenta. Ella es la mujer que siempre quiso, desde niño, y quien se pierde en los parajes de la prostitución. De niño, Sócrates (o Ariel) es abusado por Moarry (quien compraba el cuerpo de Imelda a cambio del cuerpo de Ariel), un personaje extraño que había llegado al pueblo. Moarry se convierte en una especie de dios que manipula los personajes y construye, de esta forma, el suspenso de la obra. El dolor continuo en la vida de Sócrates, así como la violencia vivida en su infancia, acaba por convertirlo en un cocainómano bisexual asesino de homosexuales.
La trama entrelaza los años ochenta (con fragmentos que se titulan “Ariel”), en los que trascurre la vida de Sócrates como asesino, buscavidas y chulo, y finales de los años noventa (con fragmentos titulados “Teo y Sócrates”), luego de salir de la cárcel encaminándose a buscar, por pedido de la policía, al líder de una secta de mendigos -en cuya doctrina nunca cree-, aunque perseguido siempre por el pasado doloroso con Imelda y la sombra de Moarry.
Entre los recursos narrativos de la obra está el desdoblamiento del narrador en primera y segunda persona y cambios de perspectivas, con lo cual se va develando la historia del a su vez personaje, que es varios personajes: Sócrates Vera, que cuando se trasviste es Andrea y Ariel (quien firma como Azarías cuando se dirige a Sócrates, que es él mismo) cuando está buscando a Rucio, el líder de la secta de mendigos que ha asesinado a diestra y siniestra por los parajes de Quito. Estas víctimas llevaban en sus pieles la marca de sangre de Rucio, el círculo de la serpiente alrededor de una estrella de seis puntas. Estas multiples personas en un personaje construyen en primera instancia la compleja personalidad de un asesino, por un lado, y también el enredo de la novela, que se va deshaciendo al cabo que el lector llena los vacíos de los fragmentos de tiempo que se van leyendo, para concluir que Ariel, Azarías, Andrea y Sócrates son el mismo personaje, y que incluso funge de Imelda: es un asesino, a veces travesti, que es sacado de la cárcel para atrapar a otro asesino y durante ese proceso se desdobla en esos roles. “Cómo esperas que Andrea te reconozca si ni tu mismo entiendes quién eres? Todo este enredo lo ha armado Imelda, sí, ella y su absurdo poder de atracción. Jamás estarías tan confundido si no hubiera aparecido una vez más en tu vida para trastornarlo todo. Ahora que has sido bendecido con el poder de Dios sobre la vida y la muerte, ella se interna en tu conciencia para debilitarte, para confundirte. Quién quieres ser finalmente: la réplica exacta de Imelda, la propia Imelda o el poderoso Ariel en el juego de la perversión?".
Asimismo el anacronismo es inminente, pues los lugares de Quito de los años noventa como Dionisios, Sutra o La boca del lobo están atribuidos como habitues de los bohemios de la ciudad durante los años ochenta, cuando ni siquiera existían.
Ariel comete tres asesinatos a homosexuales: Arturo Santistevan, Édgar y
un hombre anónimo en un hostal. “Los rostros de la muerte pueden ser tan distintos: macabros, serenos, vulgares, profanos, diáfanos… Se dice que quienes mueren con los ojos abiertos llevan plasmada en sus pupilas la última imagen de su vida. Édgar murió con los ojos abiertos. La imagen en su mirada era una mezcla de locura y perversión; su locura sintiéndose penetrado y tu perversión mientras lo estrangulabas”. Moarry sabía perfectamente acerca de estos homicidios, pues era su perseguidor.
En una noche se encuentra con Moarry…quien le confiesa que tuvo un grupo de personas que velaron por él y que su destino es la muerte mística. Le ordena que forme parte de su gente o morirá. Le recomienda matar a Imelda para que acabe con su pasado. Vestido de Andrea sube a un edificio por órdenes de Moarry, va a matar su pasado, que es Imelda. Ariel se transforma en Imelda. Debido a los asesinatos va a la penitenciaría….y nunca más vuelve a saber de su hermana.
Teo narra como protagonista hacia el año final del relato, 1999, en el centro histórico. Cuenta la llegada del hombre (quien es Sócrates, y dice llamarse Azarías, que se une al grupo de mendigos para encontrar a Rucio) con quien empieza a mendigar en las calles pidiendo limosna, y quien demolió a un guardia metropolitano. La forma cómo está narrada esta pelea rememora la historia de Un hombre muerto a puntapiés, de Palacio: “Aún recuerdo el sonido de aquellos golpes con los que él pretendía demoler al hombre: Chac, Chac Chac!, la resonancia brutal de un saco de vísceras, y el último bastonazo en la cabeza: Kroc!, como un coco que se estrellaba contra el pavimento…”. A partir de ese día el hombre se debe a él y los dos mendigan juntos, forman un grupo rebelde de mendigos.. El hombre, Sócrates, es un infecto, un esperpento, pasa de los 40 años y no tiene dientes, y lleva en una bolsa a su perro embalsamado, Roditi.
En los fragmentos “Sócrates” se devela cómo va la búsqueda de parte de este personaje a Rucio. Primero se pone en contacto con este grupo rebelde de mendigos, de quien Teo es parte, que rinden culto al gran dios de los mendigos, a propósito, una secta de culto al mal y cuyo fin es la muerte mística o suicidio de cada uno de sus miembros, luego de cumplida cabalmente la misión individual. El negro le dice: “La única forma de liberación es el suicidio. La rebelión contra el Demiurgo. Nosotros nos preparamos espiritualmente para ejecutar nuestras propias muertes”. Este grupo de mendigos vive en las alcantarrillas ocupando cubículos subterráneos, es un grupo organizado perseguido por la policía debido a sus fechorías.
Hacia 1999, el hombre (Ariel) y el negro se embriagan en las calles. Van a la ciudad vieja, a San Juan, zona donde viven los peores delincuentes de la ciudad. Llegan a una casa en la que impiden entrar al hombre, solo el negro entra a ver a Rucio. Ese sitio se llama Megalópolis. Encierran al hombre en la oscuridad. Rucio dice que se trata de Sócrates, le da la venia para la muerte mística a Teo.
“Caigo al piso retorciéndome de dolor, sacudiéndome como un gusano, como un escarabajo, panza arriba, agonizo. Gregorio Samsa en sus estertores, la metamorfosis de un asesino en una plasta de mierda…El dolor pudo más, ya no soporto, no comprendo, no vivo, todo se sumerge en una oscuridad profunda, en un vacío interminable. La oscuridad más negra y silenciosa que he conocido”. Ariel es un mendigo, pordiosero, está sordo...
Teo va con Ariel a las lagunas de Ozogoche. Entran a un albergue, se prepara para la muerte mística de Teo, quien le confiesa que conoce a Moarry. Le dice que sabe que se llama Sócrates Vera y que está buscando a Rucio, y por eso éste lo había condenado, por lo que le aconseja desaparecer. Pero no le cuenta toda la verdad.
Luego del suicidio en Ozogoche, Sócrates está en un hotel descansando, en vez de él murió otro que se llevó a Roditi. Sus cuerpos se sumergieron en el agua. De pronto Imelda aparece…pero luego ve un rostro albino, gélido, arrugado, en una capucha negra….seguro es Moarry, su sombra, su propio dios. Moarry, incluso, podría ser Rucio, o por lo menos éste último es un álterego del primero.
Desnuda oscuridad es la lucha de un hombre contra sí mismo, contra los demonios de su pasado y su demencia. Para esto, el autor desdobla su psique y construye otros personajes dentro de él con el fin de cumplir un proceso de búsqueda a un asesino de un grupo organizado, pero Rucio, el hombre que busca, lo conoce todo. Y el perseguido pasa a ser Ariel, pero no lo sabe. Sin embargo, Moarry, quien es el que mueve todas las fichas a su favor, será quien lo aceche toda la vida, aunque vale más el peso del delirio de sus demonios y fantasmas, y sobre todo el de la muerte.

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