martes, 10 de abril de 2007

La temperatura actual de Betty Blue


Cantidades de epítetos que dibujan de la imagen de Betty Blue se fundirán con la temperatura que causa el sol canicular en el verano de las costas francesas, 37º2 le matin. No tengo casi nada qué decir, solamente pronunciar los grados de temperatura de la mañana en el bungalow de Zorg, lo que me lleva enseguida a pensar en la temperatura de la vagina fértil, de la matriz hambrienta de Betty Blue.
No es necesario dar antecedentes sobre una obra maestra del cine galo. Basta con decir que a partir de 1986 casi nadie ha expuesto tan brillantemente el interior de una mujer “que buscaba algo que en este mundo jamás existió”. Cantidades de epítetos atribuidos al personaje de la francesa Beatrice Dalle -que parten desde la esquizofrenia de una mujer fragmentada por un dolor inventado hasta la misma borderline violenta que se autoflagela y a quien pintan con colmillos de vampiresa- solo intentan acercarse en lo más mínimo a un estado difícil de describir. Discrepo de la última adjetivación.
Betty pensó que el amor la iba a sacar de los recovecos de la cuasi demencia tratada con reguladores de la química cerebral. Casi lo logra. Pero el amor terminó por destruirla, un amor-esperpento formado con los estados ansiosos de la idea de un hijo con Zorg, el soporte de Betty para no caer de golpe hacia la tierra y hacerse añicos.
37º2 debía ser la temperatura basal de la vagina para concebir, el último deseo de Betty, mientras en ella ahora confluyen todas las mujeres del universo. Se incendiaba de pasión y construía sus jornadas a base de infantiles manías que pudieron conseguir lo que ella andaba buscando con desesperación. Apenas tenía 20 años y las caderas grandes. No se le han visto sus colmillos de femme fatale solo sus grandes ojos perdidos donde se reflejaba la angustia de la humanidad en la emoción de la Afrodita del Universo. “Eso eres Betty”.
El tenedor o la peinilla en sus manos. Todo para sangrar en los demás y reflejar la hipérbole fragmentada de la neurosis y de obsesiones compulsivas que el espectador puede percibir desde el inicio del largometraje. Todos los desequilibrios considerados patológicos reflejaban sus estados: piromanía, síndrome obsesivo compulsivo, ansiedad, cuasi bulimia, manía, depresión, alucinaciones, autoflagelación. Y no estaba loca. El mundo no era para ella.
La risa exagerada fluyendo de sus labios carnosos y gritándole a Zorg. Lo exterior la enfermó, nació en el mundo equivocado, aun así cientos de mujeres se reflejarán en ella y en su dolorosa relación en la que el amor lo podrá todo, incluso aceptar a la muerte como medicina, la que al fin juntará de nuevo a dos seres que se han declarado inseparables.
El papel magistral de Beatrice Dalle es Betty Blue, sin chistar. El personaje de Betty la ha superado como actriz para siempre y ha pasado a ser el Leitmotiv de muchas otras obras de arte, y quien a través de una escandalosa belleza y personalidad ha conseguido que el mundo esté a los pies de un dolor con ojos negros.
Quedan tan solo las cantidades de epítetos: loca, esquizofrénica, insoportable, violenta, maliciosa, maníaca, dramática, neurótica, psicótica. Buscaba lo más simple en la vida de un ser humano: algo por lo cual vivir, y en cuerpo y en alma hasta sangrar. Al verse despojada de esos sueños que nos “enganchan” a la Tierra se producían sus paroxismos demenciales que la conducían a ese mundo en donde quizá habitaba ese algo que estaba buscando con extrema ansiedad.
“Allá está tu hijo, Betty, y Zorg irá después con su libro publicado”. Se cierra el último capítulo de Betty Blue.

1 comentario:

PipeRB dijo...

Qué grato fue encontrarme con tu post, curiosamente iba a escribir hoy en mi blog sobre Betty Blue, una película que adoro y que me llevaría a la otra vida.
Excelente blog, muchas gracias por compartir así tu gusto por esta cinta y la tremenda Beatrice Dalle