domingo, 23 de mayo de 2010

UIO

Extraño un poco el sol, no el mismo astro fuerte y triste que refleja la contradicción de la ciudad en donde nací: está feliz estando triste. Yo creo que hay varios soles para cada país, mutan, ya no son los mismos al caer. Han presenciado algo que los vuelve indiferentes, pero y si no se les ocurre salir más? Creo que esas cosas deberían pasar para luchar contra esa obscena cotidianidad de los sitios en donde nunca pasa nada. Viajamos para que pase algo, pero los lugares se contaminan a fuerza de los absurdos bríos de la naturaleza humana, y también de esos ritos cotidianos que nunca terminan y me enferman. Tiempo y espacio se confabulan para maquinar otro ser dentro de cada persona. Finalmente hay cambio de piel y, como la de una culebra, la piel desecha se queda en lugares del pasado y adquirimos una nueva, ergo, otra máscara. Yo soy otra. Regreso a ver a estos sitios y la que ha cambiado he sido yo, eso quizá me hace ver una ciudad distinta, pero a la vez nada es diferente en ella, las colas de los habanos perros callejeros complementan un mismo paisaje triste, logran detener el tiempo con sus caídas orejas, incluso congelar las nubes, ahora siempre negras al sur. Pasé por una ciudad en donde no hay piso 13 en los grandes edificios y acá las construcciones no llegan a esa cantidad de pisos, pienso en esto, luego oigo Joven mata a skin head en el sector del seminario mayor, quizá por lo que no sucede nada, las atrocidades son al fin "algo que pasa", en una ciudad pequeña, andina, subdesarrollada, mi ciudad, aquí no existe nadie, pasan cosas absurdas porque nada pasa. Parece que va a llover y no llueve, como si Quito solo estuviera triste con sus arrugas montañosas, no deja de estarlo, todos estamos felices siendo tristes, de halo pasillero, de nostalgia mestiza, nos metemos en la cama pretendiendo no estar solos, como aquellos que viven en el norte del continente. Solo confío en quienes conservan el garbo adolescente, los demás fingen, fingen algo que no termino de entender, simulan que algo pasa, o provocan que algo pase, pero al final nada sucede, son caminantes en un tiempo congelado, en pantalla colgada, en estado de ánimo acomplejado, en la palabra dicha entredientes hablando con caras anodinas sin mirar a los ojos, mintiendo. Las imágenes se congelan en las esquinas de paredes de colores desgastados y los pequeños letreros de los nombres de las calles. Ellas sí rinden culto a alguien, no a un simple número y atrás, esas montañas que marcan los puntos cardinales. Yo soy otra viéndola y he inventado un guión para la vida que estaba trazada antes del viaje, la película se está rodando ahora. Lo único que veo es un sol distinto. Algo al fin, conmigo, está pasando en Quito…

No hay comentarios: