jueves, 17 de abril de 2008

Don Juan Malthus, la ficción flower power

Ayer me enteré que Don Juan nunca existió. El hecho de que su nombre haya quedado en entredicho dio pie para que ya no creyera más en él y en las enseñanzas yaquis que deben haber enganchado a millones de hippies y neohippies. Fue una decepción. Y claro poner en duda la Tensegridad (un tipo de movimiento corporal que no fue sacado de los pelos) fue uno de los factores que me hicieron reflexionar sobre los orígenes, y este es solo uno de los cientos de factores que han desencadenado la duda. Los movimientos corporales de la Tensegridad provienen del kung fu y del karate (kata y kumite) ¿qué conexión histórica tendrían con los naguales? ¿Existieron los naguales o aparecen con las llamaradas de las velas? Ideas de un espacio geógrafico, pensamientos de los indios navajos, un sincretismo irracional para elaborar una historia fantástica de la literatura.

Don Juan no es más que un puctum enlazado a nuestros seres infantiles, la idea de que algo existe más allá de un mundo real muy aburrido. Carlos Castañeda lo dibujó y me convenció de que los movimientos corporales realmente nos llevan a otros estados espirituales. Lo peor de todo, o lo mejor, es que pudiera ser cierto, pero ¿cómo comprobarlo? Lo cuasi percibí con la técnica contemporánea de la danza en la utilización del centro del cuerpo como energía vital del movimiento, solo lo percibí, pero no lo asimilé, fue puro sexo, no cerebro. No obstante, esto no cambia que Castañeda haya engatusado al mundo, especialmente a aquellos que lo miran con la nariz de la intuición. Entonces, Castañeda para mí se convierte en el maniqueísta de la contracultura, engañada por las falacias de lo new age en boca de los científicos y racionales.

Pensé que en mi gato habitaba el ánima de algo que otrora fue un ser humano y escapaba de la maldad de los conquistadores del Nuevo Mundo. El nagual huía de la perversidad de quienes les arrebataron la vida a los nativos del desierto de Sonora en aras de la colonización. Y me creí. Como se lo creyó Timothy Leary al pregonar que lo que avizoraba la filosofía flower power era una especie de liberación espiritual. Buscaron a Don Juan Malthus pero nunca apareció ni aparecerá. Es solo un sueño, un esperpento en la mente de quienes buscan algo más.

Peor que no haber existido, la idea de Don Juan muere en mis adentros (murió hace un par de décadas como estudio de la antropología) como un posible gurú de los eternos buscadores. Seguía sus pisadas de alguna forma en la emoción de sus palabras. Y es precisamente eso y nada más: la emoción de sus palabras, ergo, una literatura asombrosa, best-selling en los sesenta, en las manos de Joan Baez.

Don Juan se reencarna en un personaje de ficción, en una idea, en un doppelganger danzando alrededor de un saguaro. La invención fue lo importante: el mundo construye cientos de dioses a quienes ofrendar lo que no tiene respuestas. Don Juan fue como dios en posición de loto sobre un rompecabezas de palabras y un cubo de rubik a quien se le rememoró en las oraciones de los outsiders de los sesenta. Hoy te coloco en tu féretro y te entierro en el cementerio de la historia del mundo. El dios es la esencia del verborrea de la humanidad, alumbrada por el talento de un embustero y esteta...los gatos, gatos son.

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