jueves, 24 de abril de 2008

Rezo contigo para que no nos quemen en la hoguera


La panacea de la belleza aletea en los bigotes de mi gato, el misterioso félido nocturno. Contornea su cuerpo en la pasarela de la vida reclamando el alma que le arrebató el ser humano, con una oreja parecida a una hoja seca cuyo contorno se ha rayado al igual que un pergamino. Te veo como una esfinge adorando el sol de cada mañana con la pupila contraída y los bigotes levantados esperando llenarte de energía para frotarte en mis piernas y que tus ojos se llenen de lágrimas. Es pasional el amor que siento por ti.

Tu indiferencia converge en mi sensibilidad y ahuyenta fantasmas que mi lado humano deja entrar debajo de las sábanas verdes. Un ángel-demonio habita en tus adentros y te conduce al trono que la naturaleza ha levantado para ti, para que el hombre te rinda pleitesía y se hinque ante la divinidad de tu imagen. Rezo contigo para que no nos torturen los injustos.

Existe un dios en cada gato, lo exaltan sus pupilas de luna y su sublime presencia solitaria. Es el dios del silencio, la deidad de mi melancolía, el arcángel de la fortaleza. Traza un camino y te perseguiré para que nadie nos oiga y siga nuestros secretos pasos alejados de la Gran Noche histórica. Sigues perteneciendo al Medioevo, la humanidad entera te teme. Generas un gran odio y a la vez levantas grandes pasiones, pero tú te mueves con la señal de la indiferencia hacia lo burdo del universo.

Caminas junto a una bruja cuidándola de sus angustias noctámbulas como un cuervo en las ramas de un olmo viejo. El suelo está ardiendo y tú simplemente vas con tiento; precavido ante la celeridad mundana. Digieres mis dolores con la víscera gatuna y en un delicado ronroneo tus ojos se convierten en el bálsamo de mis heridas. Rezo contigo para que no nos quemen en la hoguera.

1 comentario:

Tyler Durden dijo...

¿La memoria?

Quizás tan sólo mires un poco más allá.

Los momentos son efímeros, sí; pero la memoria también se desvanece. Y mientras los primeros SON, la segunda tan solo recuerda inútilmente qué FUIMOS (según nosotros).

Lo que más me gusta de la vida es vivirla.

Quizás los protagonistas de ¡Olvídate de mí! piensen lo mismo, sobretodo tras ese final en el que, sabiendo ya todos los problemas por venir, por una memoria que viene antes de los propios momentos, Joel dice: VALE (o dicho de otra manera: VIVAMOS)