lunes, 23 de marzo de 2009

Factótum

¿Crees que ya has pagado por tus pecados?

Mickey Rourke:
Aún no. Estoy en ello. Es un trabajo diario. Para empezar tengo que controlar mi propia naturaleza, esa facilidad para la confrontación que siempre me ha acompañado. Me ha costado una eternidad crecer y madurar. Pero no quiero convencerme de que ya estoy bien porque puedo volver a caer. Ya me pasó una vez y no quiero repetirlo. La vida es demasiado corta como para cometer esos errores. Ahora sólo quiero trabajar. La gente me dice que he vuelto, pero no siento que sea así. Cuando llegas tan abajo y permaneces allí durante tanto tiempo, no tienes la sensación de que vuelves de ningún sitio. (Tomado de la entrevista para Revistaman.es)
Henry Chinaski, el gato callejero, el vicioso artista, el perro viejo, de él tengo una imagen desértica, como los parajes californianos entre moteles y empleos fallidos de aquel uno más que no calza en el criticado estructuralismo del estilo de vida americano en Barfly, de Barbet Schroeder. Factótum, la historia literaria para una road movie, solamente se pudo llevar a cabo con la imagen de Mickey Rourke. De Henry Chinaski-Charles Bukowski, Rourke por sí mismo es una crítica al molde, partiendo desde el patrón de actor (anti-apuesto, anti-galán) hasta el modelo de personajes que interpreta, Chinaski es aquel que por antonomasia cumple a cabalidad el papel de un outsider físicamente desagradable opuesto a la norma. En Spun, de Jonas Ackerlund. Esa fue la primera vez que vi a Rourke de vaquero contemporáneo ciento por ciento gringo con botas de piel de culebra. Su personaje, The Cook, un dealer, otro motivo más para hacer de él -a su vez- un modelo innovador de esa época para el nuevo cowboy que juega con la mafia y el narcotráfico; el otro motivo es su personaje, Marv, en Sin City. Es siempre hombre duro, imposible que al menos físicamente sea lo contrario, si se conoce que Rourke fue boxeador, carrera que le dejó cicatrices en el rostro, así como fanático de las motocicletas. Pero en ese lado instintivo actoral de Rourke, sea una caricatura como The Cook o el del escritor sumido en la decadencia, hay olas de un talento hipersensible que denota precisamente un actor real que se basa en un continuo ensimismamiento dentro sus personajes. Es el mismo Rourke el que sale a la luz. Son sus vísceras y sus pasiones, como sus frustraciones y vicios en carne viva. Y si se trata del Rourke visceral que llega a ser sexual, desde este punto lo hizo muy bien en 9 semanas y media y lo intentó repetir en Orquídea salvaje. En la primera, es un joven Rourke con la pasión de un personaje y un actor que no necesita la belleza tradicional para ser hipersexual. En él, tanto como en otros actores, su sexualidad no parte de la estética masculina establecida por Hollywood, sino de su exacerbada pasión y talento para ser él mismo siendo cualquier personaje aunque no afin a su temperamento innato. Rourke, así, se transforma el mismo en un ícono, sin necesitar de un patrón o molde; en él se basan varios otros actores más jóvenes.
Bukowski espantaba desde niño, era raro, era feo. El rechazo quizá además sea un cliché en la vida de los desadaptados convertidos en artistas, como Janis Joplin rechazada en la universidad por su forma de vestir y su belleza “no convencional” con una voz antifemenina. Bukowski y Janis sufrieron por su fealdad y elaboraron corrientes artísticas cada uno por su lado con sus vivencias que trasgredieron las historias tanto de la literatura como de la música. Rourke logró ser tan parecido a Bukowski. La belleza está fragmentada porque la estética de belleza convencional también refleja una estructura, unos parámetros de armonía que están relacionados con la idea de bien. No hay belleza externa en los personajes de Rourke, hay profundidades infinitas de pasión, hay condumio y esencia de seres fuertes que buscan un auténtico destino no-destino. Recién lo vi actuando en un circo-cuadrilátero, en los espectáculos de lucha, maquillándose para los shows en vivo, para ser Randy “The Ram” Robinson que de caricatura y de personaje decadente se aglutina en uno solo. Rourke arma su personaje al pintarse el pelo de rubio, broncearse, ponerse una gillete en las muñecas para sacarla a escondidas y cortarse la cara, y así agregar más drama al show de lucha, pero Rourke también deconstruye este ícono del triunfo en el ser solitario que es Randy en la vida real, abandonado y sumido en la enfermedad. Así su personaje de antihéroe magistral, minuciosamente construido, va más allá de esa imagen mediática que tiene en los bajos mundos de la lucha porque en The Wrestler es un humano que sufre por si ineptitud ante la convención. Al ser “The Ram” triunfa, como hombre común pierde; es imposible dejar al “The Ram”, y pone en riesgo su cuerpo enfermo adicto a la cocaína y drogas analgésicas. Amante del heavy metal y glam ochentero y asiduo habitué de clubes nudistas, así es Randy como estrella underground y como hombre persigue una figura femenina, tanto a Cassidy, streaper con quien de alguna forma siente que hay algún lazo, inexistente con otras personas, como a su hija Stephie, con quien busca recuperar una relación arruinada por el estilo de vida del luchador. Randy busca lazos, "The Ram" busca deshacerse de ellos para romper con una forma de vida “normal” a la que no se acostumbra jamás.

Porque se levantó de una vida sumida en las profundidades de la perdición, dicen que con The Wrestler, Rourke “regresó como el Ave Fénix”, lo que le dio más fuerza mediática; además este filme le valió los premios BAFTA, Spirit y Globo de Oro como Mejor Actor en un drama. Esta vez de la mano del director neoyorquino Darren Aronofsky (Pi, Requiem for a Dream), Rourke alcanza una actuación sustentada en la fluidez de sus facetas tanto ícono como hombre. Así vuelve el Rourke, el que fue escritor, máquina de follar (como le diría Bukowski), dealer, motociclista y ahora luchador como si cada interpretación fuese una faceta suya propia en la vida real; no obstante de su exitoso y triunfal regreso, él siente que “no volvió de ningún sitio”.

4 comentarios:

Dalila dijo...

Veee estamos conectadas, justo escrbí ayer algo sobre the wrestler y lo publiqué hoy.

Sabes una cosa, Mickey Rourke era increíblemente atractivo en los ochentas,para mí sí tenía belleza, quizás no tan convencional.

saludos y qué fue la invitación formal!!!

Tyler Durden dijo...

Detesto a Mickey Rourke, y The Wrestler me ha parecido ultraconvencional!! (aunque con mr.thefountain, qué podía esperar?).

Y no te parece que Bukowski escribe fatal? Lo suyo ya lo hizo antes Henry Miller, y mucho mejor...

Esta vez no secundo tus opiniones jaja, pero como siempre escribes maravillosamente

Paola Calahorrano dijo...

The Wrestler es una película muy bien pensada con unas actuaciones que sin ser magistrales resultan espontáneas, naturales y a pesar de ello anti-planas. La aprecié mejor que la criticada Slumdog, esa sí es magistral no obstante distanciada de la sensibilidad del espectador por los elementos "paraferálicos" que usa. The Wrestler, al contrario, sí apela a la sensibilidad del espectador.
Bukowski es como la comida chatarra entre una generación medio vanguardista medio bip de comida gourmet, es como comparar Playboy (Miller) con Hustler (Bukowski). Es más vulgar, guarro y bizarro y esa es su intención.
Hay que leerlo en inglés porque su intención se soporta en el slang, no hay otra manera. La traducción al español es insoportable...

Tyler Durden dijo...

Quizás no me gustase porque detesto que apelen a mi sensibilidad de una forma tan "pornográfica"... lo del inglés es una tarea pendiente, así que con Bukowski lo tengo mal... no obstante, aunque me gustan los platos atrevidos y/o perversos, nunca me he llevado bien con la comida chatarra (la únicas chatarras que recuerdo apreciar son Robocop, Tetsuo, el hombre de hojalata de Oz y Terminator... y ninguno escribe -que yo sepa!!-)