domingo, 17 de mayo de 2009

Trococó, entre showgirls y el ‘quiteñismo’



Fernando Espinosa Chauvin exhibe su obra fotográfica en El Container

“Sultana”, una sensible drag queen de cuerpo rechoncho con medias de red, vestida de leopardo y peluca rubia platinada, no regresó de Nueva York a su natal Egipto. Allá no puede mostrarse como gay. “Le cortarían el miembro”, dice el fotógrafo autor de la muestra “Trococó” . “Sultana” trabaja para Tiffany, una joyería en la “Gran Manzana”, y en la noche baila en una discoteca. “T-Boy”, discjockey, “Kim Ambience”, diva coreana, “Clover Honey”, millonaria drag fotografiada con una boa, “Epiphany”, monumental de 2 metros, “Logan”, “Sahara”, “Melinda”… son algunos de los sobrenombres de travestis con decenas de historias detrás de las fotografías de “Trococó”, del artista quiteño Fernando Espinosa Chauvin. “Esta obra es una búsqueda estética de la representación de los drags. Si te choca o no es problema tuyo”, manifiesta.
“Trococó” evoca la estética travesti y los marcos rococó usados en algunas imágenes, pintados con pan de oro. “Quiero mostrar la dicotomía que se da con estas fotos y estos marcos, que nosotros estamos acostumbrados a ver en las iglesias de Quito”, expresa. Los marcos fueron hechos en San Antonio, y dorados por Carlos y Ximena Revelo . Veinticinco fotos de este trabajo fueron exhibidos en una galería del Soho de Nueva York. El fotógrafo confiesa que buscó una línea estética que reflejara lo que es él, “una persona que vive en Nueva York 16 años pero con el quiteñismo cargado en su mochila”.
Treinta y cuatro drags llegaron al estudio de Espinosa en Nueva York, de entre 20 y 70 años, de todas las nacionalidades. Algunas habían tomado el metro ya vestidas, maquilladas y “entacadas”, otras arribaban con su ropa masculina, pero una vez todas listas, el fotógrafo arrancaba con un momento de descubrimiento total, en el que la intución y la esponatenidad instaban a que el travesti se convierta en la showgirl que lleva dentro. Esto le tomó al fotógrafo captar desde media hora hasta cuatro horas en aras del resultado deseado en una foto sin poses ni aspavientos. Así, con la travesura a la que se ha referido Susan Sontag, esta podría radicar en las fantasías de quien está detrás de la cámara y que son verosímiles e inapropiadas al mismo tiempo. “ Entre el fotógrafo y el tema tiene que mediar distancia…la cámara no viola aunque se entromete en actividades que pueden realizarse de lejos y con imparcialidad”, reza la escritora estadounidense. Por eso, Espinosa dice que no hay fórmulas para acceder al personaje de la fotografía porque las directrices no funcionan con todos. “Uno debe ir viendo cómo son, hay algunos rígidos y hay que buscar la conexión. Quizá le haces imaginar cosas, si se encuentran con un tipo, si son una estrella de cine, fórmulas para cada persona que se está fotografiando”. La intención del artista fue efectuar un trabajo serio acerca de la belleza de los travestis, su glamour, “a pesar de ser hombres” , lo que le tomó un estudio de seis años.

Sobre el artista.
Fernando Espinosa, quiteño, vive en Nueva York, Estados Unidos, 16 años. A los 12 años de edad empezó con la labor fotográfica. Imparte Talleres de Iluminación y Estética. Sus fotografías han sido publicadas en revistas y catálogos de Estados Unidos y Ecuador. Las influencias del artista son los fotógrafos Richard Avedon, Helmut Newton, David Lachapelle, entre muchos otros.
Espinosa es además es autor del libro Afrodisíaco que hizo junto a Jorge Vinueza en el año 2006. Se trata de un proyecto que conjuga en imágenes la sensualidad femenina de modelos y la provocación de la comida a través de la estética gastronómica.
Ha sido fotógrafo profesional de diferentes agencias de modelos internacionales como Ford Models, Elite Model Managment, IMG, Next y otras. Actualmente se dedica a trabajar para proyectos específicos como The Gates, en Central Park en Nueva York, o el libro Dubrovnik, en Croacia. The New Burlesque en NY y en Ecuador un libro sobre chocolate.
“Trococó” cuenta con 30 fotos que se exhibirán hasta el 5 de junio en la Galería El Container, en el Pobre Diablo, en Quito. Entrada libre.

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