miércoles, 22 de diciembre de 2010

Moraleja:

"Nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar, y no de vida y costumbres" (Quevedo en El buscón)

sábado, 18 de diciembre de 2010

El cuerpo tiene memoria

A propósito de La muerte de Artemio Cruz (Carlos Fuentes)

...la memoria es el deseo satisfecho
sobrevive con la memoria,
antes de que sea demasiado tarde,
antes de que el caos te impida recordar...

(1913: diciembre 4)

Él sintió el hueco de la rodilla de la mujer, húmedo, junto a su cintura. Siempre sudaba de esa manera ligera y fresca: cuando él separó el brazo de la cintura de Regina, allí también sintió la humedad de cristales líquidos. Extendió la mano para acariciar toda la espalda, lentamente, y creyó dormirse: podría permanecer así durante horas, sin más ocupación que acariciar la espalda de Regina. Cuando cerró los ojos, se dio cuenta de la infinidad amorosa de ese cuerpo joven abrazado al suyo: pensó que la vida entera no bastaría para recorrerlo y descubrirlo, para explorar esa geografía suave, ondulante, de accidentes negros, rosados...

y acabarían por encontrarse de nuevo, como ahora. Ella tendría el cuarto listo, con frutas y comida, y la falda estaría arrojada sobre una silla. Lo esperaría así, lista como si no quisiera perder un minuto en las cosas innecesarias. Pero nada es innecesario. Verla caminar, arreglar la cama, soltarse el pelo. Quitarle las últimas ropas y besar todo el cuerpo, mientras ella permanece de pie y el se va hincando, recorriéndola con los labios, saboreando la piel y el vello, la humedad de caracol: recogiendo en la boca los temblores de la niña erguida que acabará por tomar la cabeza del hombre entre las manos para obligarlo a descansar, a dejar los labios en un solo lugar. Y se dejará ir de pie, apretando la cabeza de hombre, con un suspiro entrecortado, hasta que él la sienta limpia y la cargue a la cama en brazos.
-Artemio, ¿te volveré a ver?
-Nunca digas eso. Haz de cuenta que solo nos conocimos una vez....

¿Cuándo es mayor la felicidad? Acarició el seno de Regina. Imaginar lo que será una nueva unión; la unión misma; la alegría fatigada del recuerdo y nuevamente el deseo pleno, aumentado por el amor, de un nuevo acto de amor: felicidad. Besó la oreja de Regina y vio de cerca su primera sonrisa: acercó el rostro para no perder el primer gesto de alegría. Sintió que la mano volvía a jugar con él. El deseo floreció por dentro, sembrado de gotas grávidas: las piernas lisas de Regina volvieron a buscar la cintura de Artemio: la mano llena lo sabía todo: la erección escapó a los dedos y despertó con ellos: los muslos se separaron temblando, llenos, y la carne erguida encontró la carne abierta y entró acariciada, rodeada del pulso ansioso, coronada de huevecillos jóvenes, apretada entre ese universo de piel blanda y amorosa: reducidos al encuentro del mundo, a la semilla de la razón, a las dos voces que nombran en silencio, que adentro bautizan todas las cosas: adentro, cuando él piensa en todo menos en esto, piensa, cuenta las cosas, no piensa en nada, para que esto no se acabe: trata de llenarse la cabeza de mares y arenas, de frutos y vientos, de casas y bestias, de peces y siembras, para que esto no se acabe: adentro, cuando levanta el rostro con los ojos cerrados y el cuello se estira con toda la fuerza de las venas hinchadas, cuando Regina se pierde y se deja vencer y contesta con el aliento grueso, frunciendo el ceño y con los labios sonrientes que sí, que sí, que le gusta, que sí, que no la deje, que siga, que sí, que no se acabe, que sí, hasta darse cuenta de que todo ha sucedido al mismo tiempo, sin que uno haya podido contemplar al otro porque ambos eran la misma cosa....

sábado, 4 de diciembre de 2010

Gimme Danger


A mí José Ángel Mañas nunca me gustó, primero porque no entendía ni un ápice de la jerga española, y segundo porque su forma de narrar me parecía de lo más burda. Pero casi todos mis compañeros en el 2000 habían leído Historias del Kronen y yo quería leer algo que hablara acerca de esa juventud, que como dijo Mañas, ya no es la del sesentaiocho, sino la de esmelaikdetinespirid. Y era algo así como de un “tío” acelerado, de clase alta que experimenta con drogas, el sexo en todas sus manifestaciones, la música, las fiestas, los días esos vacíos, cuando a veces no se quiere hablar ni hacer nada y esperar que alguien venga a darte viviendo la vida delivery. Y no podía dejar de leerlo a ese Mañas, aunque ya luego ni siquiera me acordaba de él, hasta hoy, cuando leí en Deseo de ser punk, de Belén Gopegui, que “bacalao“ le llaman en España al techno rancio de discoteca. Leí como ochenta veces la palabra “bacalao” en la obra de Mañas. Y sobre Lucía Etxebarría no quiero hablar, aunque debo reconocer que algo más sí me gustó, pero después de enterarme sobre el supuesto plagio de Prozac Nation, de Elizabeth Wurtzel, no quise agarrar ningún libro de ella.
Hasta que conocí a esta Martina, una neopunkie, de 16 años, que me ha caído muy bien. Pienso que Gopegui, con este libro, quiso ser como aquellos de la Generación del Kronen, porque esta última novela no se asemeja en nada a sus anteriores si solo menciono a La escala de los mapas. Quizá quiso vender y eso no está del todo mal.

Martina y su comando unipersonal: Ella, Martina, es como un vaso que se ha roto y eso que solo tiene 16 años. Solamente con mirar la depresión en que se ha sumido su padre, ella tendría suficientes razones para entristecerse, junto a él y a sus días patéticos de quedarse en la cama sin ánimo para contestar el teléfono que está a 10 centímetros de su nariz. “Se empiezan las cosas y se acaban. No vale todo. No siempre se puede volver a empezar. No todo lo que se rompe puede arreglarse. Y a veces cuando arreglas algo rompes otra cosa sin querer. Te la juegas y apuestas por alguien, y si te falla no cambias la apuesta a mitad de la partida. Te hundes con él. Llegas hasta el fondo“. Que su padre esté triste no le importa, pero que se muera el padre de su amiga Vera, sí, ese padre que una vez le secó sus lágrimas y le convenció de que la música de Still and Nash sí tiene que decirle algo a alguien que nació en los noventa. “Lo malo no es morirse, sino que ya no tienes nunca otra oportunidad. Y cuesta entenderlo. Un universo de miles de millones de años y a las personas nos toca una parte enana“.

¿De qué va ese comando unipersonal? Es muy simple, ella está pidiendo a alguien que pueda proporcionar a la sociedad un centro okupado para adolescentes, donde puedan ir a conversar, jugar o ver videos, o leer, o escribir, fuera de sus casas. Gimme Danger, de Iggy Pop, es su arma. La idea es entrar ilícitamente a una radio y pedir que pongan esa canción a todo volumen, de alguna forma eso afectará a quienes lo estén escuchando, y si no quisieran hacerlo, amenazaría con matarse.

El vacío se siente y se dibuja como una figura geométrica cóncava volátil que a veces se dobla a la inversa. Y no sé qué más pudo haber sucedido con esta Martina, pero busca. Siempre es mejor buscar antes que no hacer nada.
Sí, es mejor buscar y con el volumen de música alto.

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Martina a Adrián:
“Yo al principio pensaba que la vida era una de esas fiestas con piscina donde todo el mundo se baña desnudo pero alguien se queda vestido, o sea, yo…
Porque al final los recuerdos hasta parece que te los imaginas, se ponen borrosos y algunos se pierden…
Cuando lees, alguien está contigo contándote cosas. Y si ese alguien tiene actitud, o por lo menos intenta tenerla, le escuchas. No necesito que me cuenten cosas de ningún otro mundo. Nacer, morirse, la rabia, las cosas buenas, las putadas de este mundo son suficientes…
Lo que no entiende la gente es que el rock no se elige, ni tampoco se elige entre quemarse y desaparecer
¿Cómo puede ser que alguien tenga 16 años y no le hayan ocurrido grandes desgracias ni nada especialmente malo y, sin embargo, no haya nada en sus sueños?…”.

A propósito de Amor, curiosidad, Prozac y Dudas (Lucía Etxebarría)

"El amor nos va a separar...(Love will tear us apart). Pero yo no necesitaba escuchar aquella canción desoladora y dura, demasiado bella y demasiado real, aquella rotunda aniquilación de la esperanza, aquel retrato en blanco y negro del placer y el tormento, aquella afirmación de la impotencia ante un mundo sin respuestas que penetraba en mi carne con la misma aséptica certeza con que lo haría el bisturí de un cirujano, para saber lo que había sabido desde niña, desde siempre: el amor destroza. Profunda, hiere, dolorosamente". (Cristina)
Y espero que Cristina no se haya echo pis nunca sobre sus Doctor Martens.